El arte es artificial, ya lo sé, lo dice hasta el nombre. Pero aún así, de las formas humanas de intentar entender, es la que mejor desvela la verdadera naturaleza de las cosas.
Quizá porque mezcla lo medible con lo inabarcable, la intuición con la estructura lógica, el método científico con la fantasía. La ciencia describe el mundo con su lenguaje particular y matemático. El conocimiento adquirido se puede usar para construir puentes, crear vacunas, bombas y pesticidas. Pero el por qué de las cosas no se alcanza con el método científico, y a lo mejor por eso tantos científicos se vuelven místicos.
Las religiones intentan explicar el mundo también, pero no consiguen salirse de la imagen antropomórfica del mundo. Los dioses son como padres que nos dicen lo que debemos hacer para obtener su beneplácito.
A menudo, cuando hablo con algún científico o con algún religioso, o cuando les oigo hablar entre ellos de lo que se les escapa, pienso que deberían prestarle más atención al arte.
Si le dejamos, un poema puede ayudarnos a entender el mundo más que un teorema. Es más fácil entender las pasiones humanas adentrándose en un cuadro que leyendo un ensayo sobre hormonas. Las iglesias lo saben desde hace mucho tiempo, por eso hay tanto arte religioso. Porque el arte lo explica mejor todo.
Por eso a los artistas se les considera tan peligrosos en los regímenes totalitarios, y en cualquier circunstancia en la que convenga el conformismo. Y por eso se les usa como propagandistas también. La ciencia puede desarrollar un fármaco contra la depresión y la ingeniería construir un cohete, pero para deprimir a la gente o para convencerla de que vaya a la luna, para eso hace falta un artista.
El embaucamiento sutil forma parte del embrujo del arte. Y la ensoñación es una forma efectiva de hipnosis. El arte sirve al poder, sí, pero las personas que se dedican a él solo pueden hacerlo bien si lo cuestionan todo. La duda forma parte del arte como el sol del día. Y el tormento artístico que produce esa duda es real, y bastante incómodo.
Quizá esa paradoja lo explique.