Un documental de la BBC de Adam Curtis titulado The Century of the self fue el punto de partida de mi fascinación por la propaganda política que sufrimos en los países democráticos a través de los medios de comunicación.
En el documental, Curtis muestra cómo Edward Bernays, precursor del marketing y la sociedad de consumo y sobrino de Freud, utilizó las teorías de su tío sobre el subconsciente y los deseos irracionales para alejar a la gente de la política y encauzarla hacia el consumo.
En su opinión, si el pueblo se metía en política ocurrían cosas como el nazismo. Bernays, que escribió un libro llamado Propaganda (en la época sinónimo de publicidad, sin las connotaciones bélicas posteriores), tuvo mucho éxito. Tanto que varios gobiernos de EEUU, grandes empresas y la CIA le contrataron para ayudarles a manipular a la opinión pública americana en asuntos varios.
Bernays tuvo tiempo de influir mucho, ya que vivió 103 años. Entre otras cosas, consiguió cambiar la imagen de mujer fumadora de negativa a deseable, doblando el beneficio de las tabacaleras. También ayudó a convencer al pueblo americano de la necesidad de atacar a otros países en defensa propia o en interés de la humanidad (si los gobiernos de dichos países incomodaban de alguna manera a alguna empresa americana). Y si no colaba la mentira, lo que hacía era ayudar a desviar la atención hacia otros asuntos nacionales con gran carga emocional y poder obnubilante. Todavía se usan sus técnicas y todavía sufrimos las consecuencias.
El vacío político de la política también se podría decir que se lo debemos en parte a Bernays. Basadas en sus teorías, se han ido desarrollando estrategias que convierten al votante en un consumidor de partidos. Y los partidos, a su vez, se convierten en una especie de marcas que producen programas adaptados a los gustos del votante y a las exigencias del mercado.
Propaganda es el primer proyecto artístico en el que exploro la manipulación informativa.

Otras obras que resultaron de indagar en la manipulación de la opinión pública fueron El libro de la locura y Tú, fascista (o la santa trinidad de la manipulación).