Las locas victorianas son retratos de mujeres que no se adaptan a las normas sociales de su época. Almas desquiciadas, a las que tratan como si ellas fueran las locas, en lugar de la sociedad.
Me inspiré en las fotos de mis antepasados en la habitación de invitados de mis abuelos en Suecia. De pequeña pasaba tiempo inventándome sus personalidades. Me daban un poco de miedo, en blanco y negro, tan serios, tan tiesos, tan incómodos.
Cuando leí en el libro Ahora, feminismo de la filósofa Amelia Valcárcel sobre la vida de las mujeres en Europa durante el siglo XIX, quedé espeluznada. Sobre todo con el hecho de que una madre no pudiera negarse a que sus hijos fueran dados en adopción contra su voluntad si así lo decidía su marido. Esto de por sí es de una crueldad difícil de encajar. Pero, si además tenemos en cuenta que a las mujeres se las educaba exclusivamente para ser madres y esposas, el sadismo de la norma resulta especialmente despiadado.
A las mujeres se les prohibía estudiar y se les acusaba de ignorantes, se les prohibía tener una carrera y se les consideraba pasivas, se las definía como sexo, pero que no se les ocurriera disfrutarlo a su antojo, y se las encerraba en hospitales psiquiátricos por rebeldes, o por sufrir epilepsia o depresión.
Si no puedes estudiar, ni trabajar por tu cuenta, no eres dueña de tu dinero ni tu vida, te obligan a casarte y a tener hijos para subsistir y encima te pueden quitar a los hijos contra tu voluntad, lo extraño no es volverse loca, sino seguir cuerda.
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Blog: Mejor loca que mal acompañada