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Diosas, poder y el temor a los pelos

A mí encajar en estereotipos no me inspira mucho, pero si me dan a elegir un arquetipo me pido el de la diosa. Pero no una diosa única al estilo monoteísta, sino una diosa entre muchas diosas, todas divinas. Y con muchos dioses, también todos divinos. Celebrando juntos lo maravilloso que es existir en este impresionante mundo.

Por eso voy a dejar de depilarme las axilas. Ser una diosa depilada como que no pega. Una diosa peluda tiene mucha más fuerza y je ne sais quoi. Además, desde que leí así por encimilla a alguna que otra feminista postmoderna y tuve una hija, me cuestiono mucho más los actos cotidianos que a lo tonto van definiendo nuestra identidad. Lo que repetimos es parte de lo que somos. Aunque tampoco es que me parezcan especialmente atractivos los cuerpos depilados, ni de mujer ni de hombre. Como estética es asexuada y aburrida. Con un punto pedófilo nada agradable.

Quizá la conexión entre la diosa, el pelo y el poder no sea tan extraña al fin y al cabo. Porque si se piensa un poco históricamente ¿quiénes son los peludos y quienes los afeitados?

Los estereotipos peludos son los hippies, las feministas, los primitivos y los roqueros, por ejemplo. Y típicos grupos afeitados son los hombres de negocios, los monjes, los presos, los soldados o las mujeres castigadas. Los peludos tienen una relación con la autoridad y los afeitados otra. Los afeitados encajan, los peludos no ¿Y si afeitarnos nos hace sumisos? ¿Y si al quitarnos los pelos se nos va también la independencia?

No he hecho el cálculo, pero ¿es el aumento de superficie depilada tanto en mujeres como en hombres inversamente proporcional a la pérdida de libertades civiles que hemos ido sufriendo en los últimos treinta años? ¿La depilación promueve la pérdida de libertad o es un reflejo de la situación? ¿Dónde somos conscientes de esto si es que lo somos? ¿Qué relación tiene la nueva moda de dejarse barba con la política en transición?

Yo desde que me he vuelto esotérica paso de correr riesgos innecesarios. Si mis pelos son antenas defensoras de mi libertad y yo sin darme cuenta, lo menos que puedo hacer es dejarlos crecer en paz. La libertad empieza por lo más trivial. Y en estos tiempos de resignación conformista, me apunto a cualquier forma de libertad, aunque sea por los pelos.


Illustración: «Peluda y libre» de la serie Percebes Feministas.

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