Actualmente en occidente vivimos en una economía capitalista de mercado avanzada. Este sistema se basa en la relación entre oferta y demanda y en la especialización en la producción masiva de bienes de consumo y servicios.
Tras la caída del comunismo, el capitalismo ha conseguido establecerse como única opción. Tan poco cuestionado que incluso el término ha dejado de utilizarse, al desvanecerse, aparentemente, las alternativas. Se puede decir que hemos internalizado el capitalismo de tal modo que ya no necesitamos hablar de él. El capitalismo se iguala a la realidad de la condición humana y cualquier sugerencia de la posibilidad de una alternativa se tilda de ingenua o utópica.
Pero, ¿es cierto que el capitalismo es un reflejo de la naturaleza humana o por el contrario, ha conseguido penetrar de tal modo que ha modificado la naturaleza humana?
Para que un sistema funcione sin fricción, se mantenga y crezca, las personas que viven en él deben interiorizar los rasgos que el sistema fomenta. El sistema capitalista depende del crecimiento y renovación constante de la demanda. Sin embargo, la necesidad de productos tiene un límite, con lo cual la demanda se tiene que crear. El capitalismo necesita que la gente quiera consumir más y más, a la vez que necesita que quieran consumir las mismas cosas. Para que la producción sea rentable, los gustos deben estar estandarizados y deben ser fáciles de influir e anticipar.
Para ocultar el hecho de que la mayoría es explotada y manipulada, el capitalismo necesita crear ilusiones. Cuanto más avanzan la tecnología y los medios de comunicación mayor es la necesidad de crear ilusiones. Las principales herramientas para crear y fortalecer ilusiones son los medios de comunicación de masas, en especial la publicidad. Como anteriormente en la historia occidental, la producción de imágenes de una cultura es utilizada por los poderes para crear ilusiones, como herramienta de propaganda política para controlar al pueblo. Antes de la fotografía esta función la cumplía el arte, ahora lo hace la publicidad.
La mayor ilusión que fomenta el sistema capitalista actual es que la gente es libre e independiente porque vive en democracia.
Para que la gente se sienta libre e independiente y a la vez se deje dirigir y encaje sin fricción en la maquinaria social, dos conceptos contradictorios, hay que convencerla de que le gusta hacer lo que hace y de que lo elige libremente.
Para que una sociedad capitalista pueda mantener la ilusión de que es el único sistema posible debe reemplazar la necesidad de cambio social por un cambio de productos e imágenes. La libertad de consumir una gran variedad de productos es igualada a la libertad misma. La publicidad convierte al consumo en un sustituto de la democracia. Ayuda a enmascarar y compensar por la falta de democracia en la sociedad.1
Además, para que la gente consuma sin parar, hace falta crear falsos estándares alcanzables únicamente mediante el consumo. La función de la publicidad es la de hacer que la gente se sienta insatisfecha con su modo de vida actual, que sienta envidia cuando imagina la alternativa mejorada de sí misma que se le ofrece con la compra de un determinado producto.
Hoy en día, la búsqueda de la felicidad individual se considera un derecho universal. A pesar de que la publicidad promete la felicidad y de que la mayoría de la gente no se siente feliz comprando, la publicidad no pierde credibilidad. Esto es porque en realidad, la publicidad trata sobre relaciones sociales, no objetos.2 La publicidad se alimenta de la ansiedad que genera la falsa libertad del sistema actual y se dirige hacia los deseos ocultos de la gente, para ello se basa principalmente en las teorías de Freud sobre el subconsciente.3
Nos resulta difícil creer que estemos tan manipulados porque hemos aprendido a asumir que como vivimos en democracia, podemos elegir. Preferimos pensar que consumimos porque queremos y que nadie nos manipula y que, si descubrimos que nos manipulan, podemos protestar en las urnas porque el poder es del pueblo. Sin embargo, las democracias occidentales actuales no dan poder al pueblo. Sí es cierto que el avance en los medios de comunicación permite en teoría una mayor capacidad de organización colectiva alternativa a las urnas, en la práctica, sin embargo, rara vez se usa con fines políticos.
El sistema democrático tiene fama de ser racional y representativo de la voluntad de la gente. Sin embargo, las democracias actuales fomentan la irracionalidad, la evasión de la responsabilidad social e ignoran los deseos de sus votantes. Lo hacen mediante su estructura misma.
Las democracias actuales no premian el ejercicio de la racionalidad ni el esfuerzo en construir un criterio constructivo en beneficio de la mayoría, porque valoran todos los votos por igual. Incluyen y excluyen del proceso democrático arbitrariamente, dando preferencia, por ejemplo, a un adulto ignorante e indiferente frente a alguien de, pongamos, 16 años, con propuestas perfectamente racionales y estudiadas. Al valorar por encima de todo la decisión de la mayoría permiten la violación de derechos humanos y se convierten en una mera cuestión de números. Números que, aunque representen a personas, nunca dan a éstas poder real de decisión, al disipar el poder mediante su distribución. Incluso aunque cada voto en sí constituyese cierto poder, al no ser las democracias directas, nunca sabemos lo que realmente acabarán nuestros representantes decidiendo en nuestro nombre. Existe el riesgo de que elijan en contra de los deseos de sus votantes, como pasó en el Reino Unido y España con la invasión de Irak en 2003. Así, las democracias actuales no dan poder al pueblo.4
- Berger, J. (1972). Ways of Seeing. London: BBC and Penguin Books, p. 148-149.
- Ibid, p. 132-133. “Publicity is never a celebration of a pleasure-in-itself. Publicity is always about the future buyer. It offers him an image of himself made glamorous by the product or opportunity it is trying to sell. The image then makes him envious of himself as he might be. Yet what makes this self-which-he-might-be enviable? The envy of others. Publicity is about social relations, not objects. Its promise is not of pleasure, but of happiness: happiness as judged from the outside by others. The happiness of being envied is glamour.”
- Bernays, E. (1928) Propaganda. New York: Ig Publishing. Bernays era el sobrino de Freud y utilizó las teorías sobre el deseo subconsciente para desarrollar técnicas publicitarias. Creía que las masas eran irracionales e incapaces de acción política responsable y que al dirigir las energías de las masas hacia el consumo se evitarían horrores como el nazismo.
- Para una versión más detallada sobre los problemas teóricos de la democracia ver Graham, G. (2002) The Internet:// a philosophical inquiry. 3rd ed. London: Routledge, p. 71-82. Aunque este libro se concentra en internet, los argumentos son válidos en general.
El mundo del arte en el contexto actual forma parte de El arte comprometido, mi trabajo de investigación para el Máster en Bellas Artes de Central Saint Martins College of Art and Design en Londres en 2007.
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