Es muy peligroso no criticar. De hecho creo es una de las causas por las que hay tanta xenofobia y racismo últimamente. Y odio en general a grupos diferentes. Por falta de crítica. Hablo de crítica constructiva, con afán de mejorar las cosas, no de quejas lastimeras ni de insultos.
Cuando hablo con alguien a quien le aterra la crítica, por su edad o por su falta de autoestima o por lo que sea, le suelo decir que la crítica constructiva hay que agradecerla. Porque es la única forma de crecer. Hacer una buena crítica es un esfuerzo que no se realiza por cualquiera. Si algo o alguien no tienen remedio no tiene sentido criticar. Si no nos importa que una situación o una persona mejoren, tampoco tiene sentido criticar.
Además, cuando hacemos una crítica nos exponemos a la reacción de lo criticado. Podemos enfadar o herir, y nos podemos enredar en una situación desagradable y acabar mal. Para hacer una crítica hay que ser valiente. La crítica constructiva en realidad se hace por amor. Y si no nos importa lo criticado es más cómodo callar.
El desacuerdo siempre va a existir, y bienvenido sea. Si todo y todos estuviéramos de acuerdo todo el rato no habría evolución de ningún tipo. La creación artística surge de la tensión y del desacuerdo entre lo que hay y lo que se opina que debería haber. Si no se opinase que al mundo le falta algo sin lo creado no se crearía. Y decir que al mundo le falta algo es una crítica del mundo como es.
La crítica constructiva y amable es la única manera de avanzar. Cuando oigo decir de un grupo religioso o étnico que hay que dejarles hacer lo que quieran porque su religión o cultura es así, aplicado a un hecho que se interpreta como negativo, siempre me quedo con la duda. No sé si la persona que lo dice no ha entendido que la libertad de uno siempre termina donde empieza la del otro, sea quien sea. O si piensa que el grupo en cuestión es subhumano y no tiene remedio. O si odia al grupo en cuestión y no quiere perder ni un minuto pensando en el tema. O si es cobarde y no se atreve a decir lo que piensa. O si siquiera piensa.
No haber hablado de temas que nos preocupan con sinceridad y sin miedo es lo que nos ha metido en este berenjenal de odio cultural y religioso. Cuando se dice: “estoy en desacuerdo”, se está abriendo un diálogo. Si se calla, ganan los sempiternos del divide y vencerás.
Illustración: «En el jardín» de la serie Percebes Feministas.
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