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Las plantas lo hacen mejor

Eso me pasa por hacerle caso a Montessori. Que ahora la Bebushkilla ha descubierto el eje vertical de la existencia y los invigilantes nos invigilan. Ya no podemos ir como las que no quieren la cosa, en plan madre y bebé de incógnito. Ahora si es escalable debe ser escalado. Y yo he de admitir que estoy de acuerdo, aunque luego nos reprima. Es que los invigilantes intimidan.

También me intimida el nuevo pabellón de Zaha Hadid para la nueva Serpentine Gallery. Estaré yo susceptible, pero tanta curva y tanta arista me desconciertan. Mientras esperábamos el té nos maravillábamos ante lo despacio que pasa el tiempo cuando el espacio irrita. Los camareros, que se tomaban a sí mismos muy en serio, iban dando tumbos cual bolas de maquinita entre esas mesas tan alérgicas a los noventa grados. Y yo, hablando del feng shui que ignoro, responsabilizaba de tanto desatino al mareo del chi.

Al fin uno de los camareros bola, después de década y media, nos trajo los dos tés. Le pregunté si trabajar ahí le desorientaba y me miró como si tuviese tres cabezas y una de ellas le hubiese sacado la lengua. Yo, que tengo la manía de dibujar vectores mentales entre los elementos compositivos de todo lo que miro, le tracé un vector imaginario de la nariz a la arista más obtusa de la mesa con la convención de peluqueros. Que creo que los habían puesto ahí por si el público en determinados momentos, sobre todo después del chaparrón que había caído, mostraba una carencia peligrosa de ángulos irregulares.

No duramos mucho porque no tenían sillas de bebushka. Según otro camarero bola, Zaha Hadid estaba en ello. Qué susto.


Ilustración: «Gimnasia», de la serie Percebes feministas.

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