Pulsa "Enter" para saltar al contenido

Mi metáfora favorita

Mi metáfora favorita es el estofado. La uso cuando quiero hacer algo de forma diferente. Me digo que sólo si cambio el método y los ingredientes me saldrá un resultado distinto. O como excusa para no ver la tele, por ejemplo. Porque si expongo mi cerebro a ciertas cosas, me saldrán pensamientos acorde. Y en esta sociedad tan conformista, a veces cerrarse es la única manera de permanecer abierta.

Ciertas emociones y ciertos pensamientos son basura. E igual que cuando como mal un tiempo acabo pensando mal, y cuando pienso mal acabo también enferma, si me lleno la cabeza de lo que hay a mi alrededor sin discernir, acabaré produciendo arte igual al que ya hay. Y no quiero.

Mi amiga Deepa y Diane Arbus me articularon la actitud. Deepa porque un día me dijo que los artistas que tenía a su alrededor se inspiraban tan claramente en otros artistas que resultaba endogámico. Y que por eso les salían creaciones tan feas.

Y Arbus porque en una exposición suya, creo que en el Victoria & Albert, lei el fragmento de una carta que le envió a su ex marido cuando daba clases en un sitio que no recuerdo. En ella le decía que se pasaba el día repasando el trabajo fotográfico de sus alumnos, que era muy aburrido, y que temía contagiarse. La frase se me quedó grabada en la memoria y resurge cual alerta roja de vez en cuando.

También Mario Benedetti, el escritor, dijo algo así como que en la vida no siempre se puede hacer lo que se quiere, pero que se puede por lo menos intentar no hacer lo que no se quiere. Es decir, no meter ingredientes en el estofado que lo estropeen ya es un gran paso hacia el éxito. Yo con la edad voy aprendiendo que menos ingredientes de mayor calidad son la mejor base. Y que el arte está en el método.


Illustración: «El conjuro de la abuela» de la serie Percebes Feministas.

Los comentarios están cerrados, pero los trackbacks y pingbacks están abiertos.