Las historias que se inventan algunos para que los niños no descubran que papá noel no existe son alucinantes. Por unos momentos me pregunté qué hacer con Bebushka. A mí papá noel y los reyes magos me dan grima. Y no quiero hacerla partícipe. Pero no me había parado a pensar por qué.
Las formalidades de la vida me exigieron que me planteara el asunto. Y ahora ya sé. Llegan tres tipos en camello, o un señor con barba vestido de rojo, o una cabra, o lo que sea, con los regalos. Llevan regalos para todos los niños de todo el mundo. Es decir, que para ellos todos son iguales. Bueno, iguales iguales no. Están los que se han portado bien y los que se han portado mal. El baremo es incierto. Como una especie de juicio social, o cósmico, porque se supone que no saben todavía que los jueces son, en realidad, los padres. Interesante manera de introducir en la pequeña mente la idea de que hay alguien que les observa, omnipresente (ya que va a todas las casas a la vez) y a quién se le pide cosas. Me suena.
No me convence por varios motivos. Primero, porque no me gustan las mentiras. Inevitablemente se descubren y dejan mal sabor de boca. Además minan la confianza ¿Con qué motivo me va a creer a mí Bebushka en otras cosas importantes de la vida si le meto semejante trola desde pequeña? ¿No dudo yo acaso de los que me mienten a mí?
Segundo, porque que llegue con los regalos un desconocido que no existe, o varios, me parece más feo que la realidad. Además ¿Por qué son todos hombres? ¿Por qué no tienen pareja? ¿No saben amar? ¿Por qué hacen regalos a los niños?
Tercero, porque sospecho que a mí me sigue gustando la navidad precisamente porque en los paquetes bajo el árbol ponía: para Verónica de la tía abuela Elsa, por ejemplo. Claro, la tía abuela Elsa no era ni papá noel ni iba en camello. Ni siquiera en trineo, y eso que era sueca. Aunque también es cierto que yo a mi tía abuela Elsa no la vi mucho porque era muy vieja, pero por lo menos existió. Así que nadie pudo venir luego a fastidiarme la magia.
Y lo agradezco. Agradezco no estar atada a tradiciones en las que no creo. Agradezco poder celebrar con la gente a la que quiero y en la que sí creo, regalarnos cosas escogidas con mimo precisamente porque nos conocemos y nos queremos, celebrar con luces las horas más oscuras del invierno, compartir manjares, cantar, reír, adornarnos, inventar tradiciones y hacer el tonto. Agradezco que de pequeña nadie me mintiera, que no se inventasen historias para que no descubriese que papá noel eran ellos. Porque para mí ellos eran los mejores papá noeles. Y la magia quedó intacta.
Illustración: «¿Es para mí?» de la serie Percebes Feministas.
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