¡Al fin una exposición sobre alternativas! Y yo, de camino, como soy un poco plasta, iba diciéndole a mi muso que las crisis son una oportunidad de cambio, que está en nuestras manos modelar las alternativas a la sociedad que se nos ha desmoronado. No hay que dejar que vuelvan a definir las reglas los que definieron las anteriores porque ya vemos lo mal que funcionaron
¿Dónde estamos los que nos preguntamos? ¿Dónde estamos los que estamos preparados a currarnos las respuestas? ¡En todas partes! Entonces ¿Cómo hacer para unir fuerzas? Las ganas están. Los medios los tenemos. Hace falta trabajar entre todos, aprovechar el shih, reconocer el momento para el nodo y voilà! Traspaso de poderes. Aunque también habrá que ver cómo arreglamos lo del motor de Marx para que los liberadores no se conviertan en explotadores. Educando a las bujías, supongo.
El caso es que la exposición se llama “El espíritu de la utopía”, en la Whitechapel. Había un sanatorio para problemas políticos donde se podía pedir cita, un banco del tiempo donde se podía intercambiar tareas, un taller de cerámica, sesión de hipnosis sobre la crisis económica, viveros futuristas, un homenaje a la lombriz… Por qué lo llaman utópico no lo sé. Lo condena de antemano. Entre eso y que la estética es retro, no parece que nadie se tome las ideas muy en serio. Y es una pena.
Es cierto que las ideas no son nuevas. Ni los bancos de tiempo; ni el trabajo como unificador; ni el arte como terapia social; ni, como sabe cualquier granjero, el homenaje a la lombriz. Pero que no sea nuevo es una ventaja, no un inconveniente. Significa que funciona. Como funciona la rueda y funciona beber cuando se tiene sed. Lo que sí que hay que hacer es adaptar los métodos que sabemos que funcionan a las necesidades actuales y, por favor, inventarles una estética nueva. Que si no da complejo de cangrejo.
Ilustración: «No lo aprecian», de la serie Percebes feministas.
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